viernes, 31 de octubre de 2008

Solo dos pasos... de ti a ti

Así pues, en la meditación hay dos pasos. El primero es no estar en conflicto interno con uno mismo, no permitir que el combate interior continúe: la mente luchando contra el cuerpo, la razón contra el sentimiento, la sensación contra la sexualidad. En el interior tiene lugar un combate continuo, ¿te has dado cuenta? Hay una guerra continua; sin ningún respiro. ¡Así claro que es imposible ser feliz! A menos que esos elementos cambiantes de tu interior te abracen, dejen de luchar, se enamoren uno de otro o se disuelvan entre sí, no hay felicidad posible. La felicidad sólo es una esperanza.
La felicidad es una sombra de la armonía, sigue a la armonía. No hay otra manera de ser feliz. A menos que seas la armonía, ya puedes luchar lo que quieras, que sólo lograrás sentirte cada vez más frustrado y miserable. Al igual que una sombra, la felicidad te sigue cuando eres una totalidad armoniosa.
El primer paso tiene lugar en tu interior; y una vez que te hayas convertido en una única palpitación, sin divisiones, en una oleada de energía sin resistencias, sin inferior ni superior, sin elección, sin evaluación, sin juicio, cuando seas simplemente uno, entonces tiene lugar el segundo paso. Cuando eres uno puedes ver el uno; sólo puede verse entonces. Los ojos están despejados, se tiene claridad. Cuando eres uno inmediatamente ves el uno a tu alrededor. Ahora conoces el lenguaje del uno. El lenguaje múltiple ha desaparecido, ese ruido ya no está, el manicomio se ha ido, la pesadilla ha acabado. Estás en silencio. Y en ese silencio puedes disolverte inmediatamente en la existencia; ahora puedes sintonizarte con la palpitación del propio universo. Ése es el segundo paso de la meditación.
El primero es difícil, el segundo no lo es. El primero requiere esfuerzo, mucho esfuerzo; el segundo es muy simple, casi aparece de manera automática. El primero es como un ciego al que se opera para que pueda ver. El segundo es cuando ha finalizado la operación: los ojos están ahí, y el ciego los abre y puede ver la luz y el mundo de luz y los millones de alegrías de color, luz, belleza y forma que le rodean.El primer paso requiere esfuerzo, el segundo llega inintencionado. El primero se parece al yoga, mientras que el segundo es más como el zen…

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